Momentos asombrosos en la ópera – Tres escenas


Momentos asombrosos en la ópera – Tres escenas

MOMENTOS ASOMBROSOS EN LA ÓPERA – TRES ESCENAS

 

 

Introducción

Antes que nada vamos a aclarar eso de «momentos asombrosos en la ópera» y porque nos ha dado por llamarlos así. Son asombrosos  no por las actuaciones, que también lo son, sino porque en estas tres escenas que hemos seleccionado hay algo que seguramente las habrá hecho inolvidables para el público que las viera en ese momento. Sin embargo, como he dicho antes, son tres actuaciones extraordinarias de por sí, al margen de lo peculiar que las ha hecho asombrosas.

 

Momentos asombrosos en la ópera

Hay que cantar por dos

El primero de estos tres momentos asombrosos en la ópera lo protagoniza la soprano francesa Natalie Dessay (1965). Era en el Teatro alla Scala, en 1997. Riccardo Chailly dirigía la ópera Los cuentos de Hoffmann. La soprano francesa interpretaba el rol de Olympia, la muñeca construida por Spalanzani y de la que se enamora Hoffmann. Ya sabemos que este papel es para una soprano de coloratura, y que debe dominar a la perfección las notas picadas, además de ser una buena actriz. Se luce en el aria del acto I Les oiseaux dans la charmille. Todas estas cualidades las reune Natalie Dessay. Pero en esta ocasión había un plus. El plus era que estaba embarazada, y no de pocos meses. Por esto puede sorprender un poco el vestido que lleva, no muy habitual en este papel de muñeca. Es un momento asombroso porque el aria encierra no pocas dificultades en condiciones normales, en el caso de una mujer embarazada el esfuerzo es aún mayor. Es una actuación que vale la pena ver.

 

 

Montserrat Caballé y sus pendientes

De Montserrat Caballé se han contado muchos momentos asombrosos en la ópera. Como aquella vez que había una silla que cojeaba en escena y que cada vez que ella se apoyaba notaba que no estaba equilibrada. Al final, en un arranque, Caballé tiró la silla al fondo del escenario y problema resuelto.

Pero los momentos que hoy recordaremos rienen que ver con sus pendientes.

En el primero veremos a Montserrat Caballé cantando Dove sono, el aria de la condesa de Almaviva de Le nozze di Figaro. Ya sabemos que canta el abandono de su esposo, es un momento triste. Justo en medio, se la cae un pendiente. Logicamente, ella no pierde la compostura, sigue cantando, y como algo que estuviera en el guión, se saca el otro pendiente y lo mira con tristeza. Como si fuera un símbolo de lo que está perdiendo: el amor. Para esto hay que ser muy profesional y tener recursos. La Caballé los tenía.

 

 

El tercer y último de los ejemplos de momentos memorables en la ópera también lo protagoniza Caballé. Ésta vez con Josep Carreras en el dúo que sigue al aria La dolcissima efigie que canta el personaje de Maurizio en la ópera Adriana Lecouvreur de Cilea. Caballé en el rol de Adriana, iba vestida de «artista», es decir, con un atuendo para la escena del teatro, con un tocado aparatoso y unos más que complicados pendientes. Cuando Maurizio la besa, uno de ellos se cae en el escote de Caballé, Carreras lo saca delicadamente lo que provoca que a ella se le escape un poco la risa. También este detalle hace que la escena cobre una intimidad que no estaba pensada. Aquí además de recursos, hay que tener mucha confianza. Seguro que el público que la vió en directo no la olvidará.

 

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