Tristán e Isolda (Wagner) – Grandes escenas de muerte en la ópera


Tristán e Isolda (Wagner) – Grandes escenas de muerte en la ópera

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ESCENA DE LA MUERTE DE ISOLDA – TRISTAN E ISOLDA (WAGNER)

 

Gran escena de muerte, y muerte por amor, la de la ópera Tristan e Isolda de Richard Wagner.

 

Tristan e Isolda es una ópera que tiene todos los ingredientes de una narración mágica y romántica: el amor que surge después de haber bebido un filtro mágico, la pasión entre los dos protagonistas ante un amor que parece imposible y el dolor mayúsculo de Isolda ante la pérdida de Tristán, que la llevarán a la muerte por amor. Un amor que no puede soportar la separación.

 

El Liebestod, muerte de amor, es una de las páginas escritas por Wagner más excepcionales y emotivas. La carga dramática es tan fuerte porque después de una historia de amor tan intensa, no podía terminar de otra manera de como lo hace.

 

En este espectacular final de Tristán e Isolda, ella cree ver transfigurado a Tristán y siente como una llamada para vivir su amor eternamente. Así muere Isolda, después de haber expresado su amor. La música de esta aria, se ha comparado muchas veces con el oleaje del mar, y ciertamente es lo que sugiere: oleadas de pasión que van absorbiendo todo el ser de Isolda hasta llevarla junto a su amado Tristán.

 

La versión de la muerte de Isolda la vamos a ver por una de las más grandes intérpretes actuales de este personaje: Waltraud Meier. Es una función del Teatro La Scala de Milán del año 2007. Dirige Daniel Barenboim.

 

ISOLDA
Cuan dulce y suave
sonríe,
sus ojos
se entreabren con ternura…
¡Mirad, amigos!
¿No le veis?…
¡Cómo resplandece
con luz creciente!
Cómo se alza
rodeado de estrellas.
¿No lo veis?
¡Cómo se inflama su corazón
animoso!
Augustos suspiros
hinchan su pecho.
Y de sus labios
deleitosos y suaves
fluye un hálito dulce y puro.
¡Amigos, miradle!
¿No lo percibís? ¿No lo veis?
¿Tan sólo yo oigo
esa voz
llena de maravillosa suavidad,
que cual delicioso lamento
todo lo revela
en su consuelo tierno?
Es cual melodía
que al partir de él, me penetra
resonando en mí, sus ecos deliciosos.
Esa clara resonancia que me circunda
¿es la ondulación de blandas brisas?
¿Son olas de aromas embriagadores?
¡Cómo se dilatan y me envuelven!
¿Debo aspirarlas?
¿Debo percibirlas?
¿Debo beber o sumergirme?
¿O fundirme en sus dulces fragancias?
En el fluctuante torrente,
en la resonancia armoniosa,
en el infinito hálito
del alma universal,
en el gran Todo…
perderse, sumergirse…
sin conciencia…
¡supremo deleite!

 

 

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